Hay veces que olvido como escribir, olvido las vocales, las consonantes, olvido cuales son las palabras graves, agudas, esdrújulas y los asentos vuelan por todas partes, menos donde deben de ir.
Solo 5 minutos, solo pido salir de aquí 5 malditos minutos y verme, hablar conmigo. Soy muy buena dando consejos, hablando con la gente y ayudándola. El problema es que yo no tengo quien me aconseje ami, quien hable conmigo ni quién me ayude.
He llorado por cosas muy tontas, demasiado tontas. Las lágrimas caen sobre mi almohada y no las puedo detener. Después me duele la cabeza y no puedo dormir. Cruzan por mi mente un millón de recuerdos. Ya no escribo, ya no quiero hacerlo. Pero, aún así lo hago. Es algo que necesito aunque todo lo que diga sean solo un montón de palabrerías sin sentido que ni siquiera analizo cuerdamente.
¿Quién entiende los textos de un escritor? Nadie, nadie más que el mismo. Aveces hasta a nosotros nos cuesta entender nuestras lineas. Pasan tantas cosas por nuestro cerebro al momento de escribir que solo nos queda dejar que esas ideas bajen y fluyan libremente hasta nuestros dedos, bajen hasta la tinta de la pluma y de ahí al papel, bajen hasta las letras de nuestro teclado y se queden encerrados en documentos de Word, para siempre.
Tantos escritos tan buenos, tan importantes, que tienen tanto de mi y Word no quiere que ustedes los descubran.
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